Historia de la Universidad

La Universidad Pontificia de la Santa Cruz nace del deseo de San Josemaría Escrivá, Fundador del Opus Dei, de impulsar en Roma un centro superior de estudios eclesiásticos al servicio de toda la Iglesia. Con su oración y su trabajo paciente creó los fundamentos de la actual Universidad Pontificia de la Santa Cruz.

En 1984, su sucesor el Beato Álvaro del Portillo, con la bendición de San Juan Pablo II, cumplió el deseo de San Josemaría, inaugurando el Centro Académico Romano con la Santa Misa del Espíritu Santo. Esta institución, gracias al apoyo de las facultades eclesiásticas de la Universidad de Navarra, estaba destinada a convertirse en un centro de estudios y de investigación comprometido con un trabajo de formación teológica, filosófica y canónica.

Numerosos obispos de todo el mundo envían a Roma sacerdotes y seminaristas de sus respectivas Diócesis con la esperanza de proporcionarles una profunda formación científica y espiritual. Roma se convierte de esta manera en el punto de unión que permite reforzar la fidelidad y la unión a la Sede Apostólica.

La Universidad Pontificia de la Santa Cruz actualmente está formada por las Facultades de Teología, Derecho Canónico, Filosofía y Comunicación Social Institucional; también es parte esencial de ella el Instituto Superior de Ciencias Religiosas del Apollinare. La sede académica está en el edificio S. Apollinare en Roma, mientras que el Centro de Investigación y la Biblioteca están en la Via dei Farnesi.

Entre las mayores herencias espirituales recibidas por San Josemaría Escrivá está sin duda la exhortación a cultivar una profunda unidad de vida. Esa no se manifiesta solamente en una debida coherencia entre palabras y obras, sino también a través de la armonía que debe existir entre la formación profesional e intelectual por una parte, y la formación espiritual y teológica por otra.

La Universidad está llamada también a establecer un diálogo con la cultura contemporánea. Por su propia naturaleza de centro eclesiástico de formación, en ella se halla una enorme diversidad de culturas unidas en una orientación común de búsqueda de la inteligibilidad de la Revelación.

Las actividades académicas, organizadas con un espíritu interdisciplinar, están abiertas a estudiosos e intelectuales de ámbito científico, filosófico, económico y político, proporcionando los elementos necesarios para un verdadero diálogo de la fe con el mundo.